domingo, 14 de febrero de 2016

De vuelta al médico de cabecera


El médico en antaño era una figura muy considerada por la sociedad. La población tenía gran fe en los galenos y depositaba toda su confianza en ellos. Seguía a pie juntillas lo que le recomendaba y se sentía un tanto incómodo cuando volvía a verlo y no había seguido sus instrucciones.

No solo le contaba sobre los malestares que le aquejaban, sino que le confiaba asuntos de su vida familiar. Las mujeres, quienes generalmente han liderado el cuidado de la salud de la familia, le hablaban al médico de cómo eran sus relaciones conyugales y cómo se comportaban los niños. En muchas ocasiones el médico terminaba siendo su compadre.

Era una relación bastante cercana, en la que el galeno se convertía en consejero de gran número de familias, a quienes orientaba en el cuidado de su salud y de su vida familiar. Por ello aquella denominación de “mi médico de cabecera”.

Desde hace unas décadas para acá, porque sí, ya van más de dos décadas de ello, la relación médico-paciente ha sufrido una ruptura que ha ido creciendo con el paso de los años. Ya se perdió la categoría de médico de cabecera y quedan pocos vestigios del médico consejero. Ya no es el aliado de sus pacientes, de las familias; ahora es un sujeto distante, un desconocido a quien le tocó el turno de atender a las personas. Y en ocasiones, no pocas, se ha convertido en su contraparte.

Las nuevas exigencias que le ha impuesto el sistema de salud al médico, le dan poco tiempo para establecer una relación cercana con su paciente y menos aún con la familia de los mismos. Los asuntos administrativos que ahora le toca atender al médico lo dejan con pocas posibilidades de conocer más a sus pacientes.

Ya no tiene una auxiliar que le apoye y menos aún una secretaria.  Ahora debe gritar desde su escritorio el nombre del paciente que debe seguir o apoyarse en el paciente atendido para que llame a quien sigue en turno. Se concentra muchas veces en el computador que tiene para diligenciar las historia clínicas, y cuando es poco hábil, el paciente siente que no le presta atención. Alguien comentaba en una ocasión que el médico que lo atendió estaba tan concentrado en el equipo de cómputo, que cuando terminó de interrogarlo, le dijo al galeno: “Ya atendió al computador, cuándo me atenderá a mí?”. 

Estos asuntos anotados y otros más, han llevado a una deshumanización progresiva de la atención médica, la cual debe empezar a resolverse. Se hace necesario que los pacientes empiecen a recuperar confianza en los médicos, que los miren como sus aliados en la solución de los problemas de salud que los aquejan. Esta es una tarea en la que deben intervenir diferentes actores, el sistema tiene que brindar al médico mejores condiciones laborales para que ejerza con tranquilidad y dedique más tiempo al paciente y menos a los asuntos administrativos.

Si bien el médico debe entregarse más a sus pacientes, la ciudadanía debe volver a verlo como ese ser humano y profesional que se formó para ayudar con el alivio de los problemas de salud.  Es hora de volver al médico consejero, se hace necesario recuperar al médico de cabecera.