Reconocida como ciudad pujante durante buena parte del siglo XX, la capital del Atlántico ha sido considerada ejemplo en materia de servicios públicos en algunos momentos de su historia; también se ha destacado por su hermosa arquitectura y es reconocida mundialmente por su gente y por sus fiestas: el Carnaval de Barranquilla, donde no solo se muestra la creatividad y alegría del barranquillero, sino la riqueza folclórica de la costa Caribe colombiana y el país.
Desde la década de los noventa del pasado siglo, algunos sectores de la ciudad “se volvieron visibles” y comenzaron a ser tenidos en cuenta en el desarrollo de Barranquilla. Estos sectores pasaron desapercibidos durante mucho tiempo para la dirigencia barranquillera, las posibilidades de contar con servicios públicos domiciliarios de manera organizada parecía un sueño inalcanzable para sus habitantes y ser incluidos en los planes de educación, salud, mejoramiento de la infraestructura vial, no contaba para ellos.
A pesar de las disímiles posturas que existen frente a la historia de Barranquilla en las dos últimas décadas, lo cierto es que los sectores más pobres de la ciudad comenzaron a ser parte de los planes de gobierno de los candidatos a la Alcaldía y los vemos en los Planes de Desarrollo de las administraciones. Pero falta mucho para que se genere un cambio real, ya que la deuda social con esos sectores de la población es bastante grande.
De allí que la inversión en materia de desarrollo debe apuntar fundamentalmnete a la disminución de la pobreza en nuestra ciudad; mientras esto no ocurra, el desarrollo de Barranquilla seguirá en “carremula” y ya es necesario que se suba por lo menos en "el bus de la dignidad".
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