La convulsionada historia del país durante la segunda mitad del siglo
pasado podemos caracterizarla como una historia de violencia, exclusión y corrupción. A continuación se hace un recuento
rápido de cada uno de los fenómenos y finalmente se presenta más que una
conclusión, un clamor.
Violencia.
El país cerró la primera mitad del siglo pasado con uno de los
acontecimientos más violentos descritos en la historia política colombiana, la
muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán y el enfrentamiento de las bases del
bipartidismo. Esta caótica situación, fue “remplazada” por la toma del poder de
parte del general Rojas y de un permanente estado de sitio, que abrió camino a
un acuerdo de los partidos y la conformación del Frente Nacional (FN), en un
esfuerzo de las élites por conservar el poder. En esta etapa se presentó un
levantamiento de campesinos y una de las peores masacres de la historia del
campesinado.
La década del sesenta vio nacer la guerrilla comunista en el país, con
el surgimiento del ELN y las FARC. Se caracterizó por protestas de diversos
sectores de la sociedad, dentro de los que incluyen pequeños transportadores y
conductores, trabajadores del sector bancario y de ECOPETROL.
Los años setenta fueron testigos de una “extraña” suspensión de los
resultados electorales. En esa ocasión el país se acostó con un presidente
electo (Rojas) y se levantó con otro (Pastrana) y un toque de queda. Surge el
M-19 y cierra la década con el paro nacional de 1977, donde
se observó un fortalecimiento de la lucha sindical.
La década del ochenta no fue menos trágica: la retoma del Palacio de
Justicia, el crecimiento de los grupos de autodefensa que habían sido
legalizados por el Estado, y el fortalecimiento del narcotráfico, como uno de
los factores de mayor desestabilización en el país.
Durante todo este período (setenta-ochenta) surgieron grupos como el
EPL, el Quintín Lame (indigenista), el PRT, que terminaron al lado del M-19
firmando un acuerdo de paz con el gobierno, dando paso a el mas importante
acontecimiento del cierre de siglo: la Constitución de 1991.
El desarrollo autónomo de los paramilitares y la narcotización de la
guerra acrecentaron los atentados terroristas, las masacres de campesinos y la
exterminación de líderes populares; que sumados a la toma de poblaciones, al
secuestro, boleteo y ataque a la infraestructura del país, hicieron mas trágico
el cuadro.
Al lado de la represión de los trabajadores y la satanización de la
protesta popular; la desaparición de
defensores de derechos humanos y el exterminio de un partido (Unión Patriótica)
fueron elementos a destacar en las últimas décadas del siglo XX.
Exclusión.
En este punto se hará referencia solo a la exclusión política, más no la
social. El afán de la élite por mantenerse en el poder dio en la segunda mitad
del siglo pasado origen a unos grandes acuerdos del bipartidismo en Colombia:
el primer gran acuerdo fue el FN, que estuvo liderada por representantes de las
familias que han ostentado el poder en el país a través de la historia: López,
Gómez, Lleras, entre otras. Si bien en la Constituyente,
segundo gran acuerdo, tuvo presencia la
AD-M19, que agrupaba a los desmovilizados, los cambios que se
dieron no tocaron para nada el modelo de desarrollo económico y la estructura
del Estado no sufrió modificación sustancial alguna.
En esos acuerdos no hubo participación real de las bases de los
partidos, teniendo en cuenta que estos se caracterizan por su postura antidemocrática,
y exclusión de sus bases en las grandes decisiones. En la conformación del FN
el acuerdo fue por arriba y en la Constituyente la abstención estuvo por encima del
70%, lo cual es una muestra de la ilegitimidad de los partidos en Colombia.
Corrupción.
Al uso de los dineros del Estado para mantenerse en el poder, ejemplo,
la creación del IDEMA por Pastrana para acabar la ANAPO, el nepotismo y el
tráfico de influencia que caracterizaron la práctica de los partidos; se
sumaron en la segunda mitad del siglo pasado, la compra de votos y la manipulación
y control del escrutinio, entre otros males.
La elección popular de alcaldes y gobernadores, si bien permitió el
ascenso al poder gubernamental local y seccional de sectores con alguna
vocación democrática, más bien fortaleció el gamonalismo y la organización de
las bases de los partidos y grupos políticos en clientelas adoctrinadas. Se la
consolidó una nueva elite: los barones electorales.
La corrupción se paseó por las oficinas del Estado. Este fenómeno permeó
todos los poderes, desde el ejecutivo, donde la entrega de embajadas,
consulados, etc., se convirtió en devoluciones de favores electorales, hasta el
poder judicial, donde jueces y fiscales se prestaron para dejar impune procesos
de corrupción y malversación de los dineros públicos; lógicamente pasando por
un poder que es el abanderado del fenómeno de la corrupción y el clientelismo,
comenzando por los concejos y asambleas y terminando en la Cámara y el Senado, donde
vegetan los “padres de la patria”.
Y para cerrar el ciclo de la corrupción, la noche se oscureció mas con
la participación de los narcotraficantes y paramilitares en la política
colombiana, al punto de tener, según información de los medios de comunicación
y los organismos de control del Estado, presencia en los destinos de la salud
de los colombianos, para decir lo menos.
Comentario final.
La violencia y la represión; el elitismo y la exclusión; y la corrupción
y el clientelismo, características de la relación Estado-Sociedad Civil, no
solo han propiciado la antidemocracia, el derramamiento de sangre, y el dolor
en el pueblo; si no que han frenado el desarrollo de una nación, que no hace
otra cosa que clamar por paz con justicia social.
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