La naturaleza parece tener rabia, llueve sin cesar, huracanes rugen por doquier, truenos y centellas producen pánico en el mundo. Es un ataque, el resultado, inundaciones, sembrados arrasados, viviendas destruidas, gente muriendo, enferma y con hambre.
Pero no, no es rabia, la naturaleza no tiene esos sentimientos, ella es poderosa y sabia, solo que como un niño cuando no es protegido, cuando no se le atiende como lo merece, siente mucho dolor, se siente abandonado, solo en el mundo y entonces, llora, llora fuerte y su llanto se acompaña de lágrimas.
El fuerte llanto de la naturaleza (el rugido del viento, el ruido de los truenos, etc.) está acompañado de muchas lágrimas, lágrimas que inundan el mundo, y que ella no controla porque el dolor es profundo, porque ha sido maltratada a través de la historia de la humanidad, porque el hombre no ha sido compasivo con ella; solo la ha utilizado para su beneficio personal y no le consulta lo que quiere hacer, no es capaz de sentarse con los interlocutores de la naturaleza, nuestros hermanos mayores. Esos hombres sencillos y sabios que nos vienen alertando desde hace siglos lo que ocurriría si ultrajamos la naturaleza. A esos hombres no los queremos escuchar, los consideramos ignorantes y cuán ignorantes somos por asumir esa actitud.
Necesitamos hacer de nuestros hermanos mayores nuestros aliados, para que nos ayuden a entender a la naturaleza y aprendamos a convivir con ella sin maltratarla, sin utilizarla para obtener beneficios materiales, personales y de grupo.
No podemos llenar nuestra tierra de cemento y olvidarnos de la vegetación. No, tenemos que hacer un pare en el camino.
Si de verdad amamos a la naturaleza que, nos da la vida, no podemos hacerla sufrir, porque no dejará de llorar y derramar lágrimas. Llanto y lágrimas que nos hacen mucho daño.
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