El 25 de diciembre cuando me levanté, me asomé a la puerta
de la casa y me llevé una tremenda sorpresa. Esperaba ver niños y niñas por
todos lados, pequeñitos haciendo sonar sin cesar las sirenas de sus carros, las
niñas jugando a los “chocoritos”, con una pequeña dando órdenes; los más
grandecitos con sus balones, patines, patinetas o bicicletas, hechizas o de
marca.
Pero no, nada de esto observé, solo una calle vacía, con un
sol radiante que parecía esperar a los niños y niñas. Donde estaban los niños
me pregunté?...Talvez atrapados por los modernos equipos electrónicos, que les
están robando la posibilidad de saltar, correr, subir árboles, ejercitarse en
términos generales.
Entonces, se activó el retrovisor de mi mente y comenzaron a
pasar como en una película, los recuerdos de mi infancia, desde las latas de
aceite perforadas, donde metíamos chicharras como si fueran pajaritos, hasta la
bicicleta a la que mi mamá le quitó la silla para que la guardáramos, pasando
por los tambores con los que despertábamos a nuestros vecinos. Y así muchos
recuerdos más, especialmente el montón de niños y niñas en las calles y los
papás atentos en las puertas.
Qué tiempos aquellos!!.
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