El barrio La Unión, ubicado en la Localidad Suroriente de Barranquilla, siempre ha sido un sector donde la gente ha gozado mucho, muestra de ello es la pequeña historia que en una oportunidad contábamos sobre el Carnaval en el barrio. En La Unión, si bien existen familias con dificultades económicas, la mayor parte de la población vive en condiciones dignas y esto ha facilitado el disfrute de la vida en el barrio. No quiere decir esto que donde hay pobreza no hay alegría, para nada, la alegría es un estado del alma y se da en todos los sectores de la sociedad, independiente de las calamidades que se padezcan. Pero la tranquilidad de vivir en condiciones dignas te permite un mayor disfrute de la existencia.
Pues bien, en esta oportunidad queremos hablarles de los chistes en el barrio, sus momentos, lugares y de algunos personajes que nos divertían y divierten contando chistes. Estos son variados, desde los que solo son capaces de contar chistes de alto calibre hasta los que se tiran sus cuentos de salón.
Como siempre y en todos los sectores de la ciudad y la región, los sitios especiales para contar chistes, eran los velorios, donde durante nueve noches se congregaban los vecinos a escuchar a los mas osados cuenta-chistes del barrio. Como es un barrio pequeño, casi que se iba a todos los velorios del mismo, especialmente cuando se era muchacho y todo se quería saber, ya que en el velorio se contaban los pormenores de cómo ocurrió la muerte y así luego se iba a la casa a poner al día a padres, tíos y abuelos sobre lo ocurrido con el fulano o la fulana que hubiera fallecido.
Pero el centro de los chiste no eran los velorios, ya que se estaba en medio de una familia con luto, además habría que esperar grandes momentos de dolor para reír y era un contrasentido. Los sitios reales, eran las esquinas, que como dice la canción “las esquinas son, y son y son…iguales en todos laos”.
Eran las esquinas el centro de concentración para contar y escuchar chistes. Y son famosas, la 16 con 36B, en la casa de dos (2) pisos, “extrañas” en el sector para esa época y donde vivía el famoso “Catapila”, que después se convirtió en la esquina del gordo Migue, q.e.p.d. (sobrino de “Catapila”); la 15C con 36B, donde en una ocasión quedó una pequeña cantina que se llamó el “Punto de Pepe”, la cual fracasó porque el picotero no complacía a nadie. Esa esquina y la de la 36B fueron las pioneras, ya que eran de las zonas más pobladas del barrio en la década de los 60s; posteriormente apareció como centro de concentración, la esquina de la 38B con 16 (en los 70s) y en las últimas décadas ha sido la 14 con 35 el centro de concentración, ya que allí queda ubicada, “La Sombra”, una cancha de mini-fútbol muy popular en el barrio y que desplazó a las esquinas, ya que la hora de contar chistes era después de los partidos.
Ahora bien, quienes eran los cuenta chistes del barrio, por lo menos los mas buscados, ya que hacían reír a los presentes, a pesar de que algunos chistes eran medio flojos, pero era la forma como lo decían y algunas metidas de pata que cometían. Uno clave era el popular “Catapila”, quién además era famoso porque bailaba con mucha gracia aquella canción que llamábamos “El Avión” y cuyo nombre es “It’s a good feeling”, interpretada por Joe Bataan. Ver: http://www.youtube.com/watch?v=UoKbPTPtYfM&feature=related .
El “Catapila” bailaba “El Avión” de tal manera que nos divertía, era más que un chiste. El era una estrella en “Amanecer de Locos”, reconocida verbena del barrio. También debemos mencionar al popular “bomboncito” que contaba chistes en la verbenas.
Desde esos momentos ya se destacaba “Fito”, Adolfo Fontalvo, extra-ordinario jugador de bola de trapo, malabarista, bailador y mamador de gallo de tiempo completo. Nos hacía reír Adolfo, haciéndose el palo de coco en las paredes de las casas del barrio. Su hermano, “Chito” también era un personaje gracioso. Y como ellos, se encontraban “El pato”, “El Chivo”, “El mico” y otros más, que soltaban buenos chistes.
El duro de la época era “Fito” que tenía entre su repertorio los siguientes: “el carajo que era tan chiquito, tan chiquito, que cuando tiraban las cartas por debajo de la puerta le pegaban en la frente”; “el man que tenía una fuerte “halitosis” que cuando fumaba pielroja, el indio salía corriendo”; ustedes se imaginarán que en vez de halitosis decía algo impublicable. Pero había chistes de salón, como aquel que dice: “va un amiguito del hijo de Beethoven a buscarlo a su casa y pregunta: está Beethovito? y quién le atiende es el músico, quien contesta : nonononommm”. En el barrio había un amigo muy querido, quién se disputaba con Adolfo el primer lugar como jugador de fútbol, que cuando contaba el chiste y llegaba a la parte de la respuesta de Beethoven decía: “nonnonnononno”, y eso nos producía más risa que el contado por “Fito”.
Después de “Fito”, se fortaleció a mediado de los setenta como contador de chiste “El mico”, famoso por su inquietud permanente, de ahí su apodo. Y también, “El tomate”, Juan Torné, quién fuera bailarín de Juan Piña. Juan, Adolfo y “El mico” nos divirtieron por mucho tiempo y los acompañaban otros personajes; entre esos otros se encontraba “La locura”, quién debe su apodo a que con la ocasión de la organización de una parranda, para un 7 de diciembre (transcurrían los años 80), nuestro amigo se fue a invitar a todo el combo de la esquina de la 36B con 15C y 16, a la gente en “La Sombra”, porque íbamos a tener la presencia de la comparsa “El Gallo Giro”, se colocarían equipos de sonido en todas las casas, el festín iba a ser grande. Como decía él: iba a ser la locura. Pues bien, la cosa estuvo medio floja y nuestro amigo quién vive desde hace más de 20 años en USA, se ganó un nuevo apodo, porque el ya era poseedor de otros apelativos; “La locura” por cierto, es muy bueno contando chistes.
Y las mujeres no se quedaban atrás: en una ocasión María del Carmen, integrante de la familia Rada, se ganó un mercado en Comfamiliar de la 48 por contar un chiste, el cual estaba bastante teñido de rojo.
El barrio es en términos generales, un sector de mamadores de gallo, por ello abundan los apodos, que además de los mencionados, están: “El Satanás”, “El pollo bobo”, “Coca-loca”, “El bocón”, “El puerco”, “Perrita negra”, “El gallina”, “Merecumbé”, “El gordo enginchate”, “El bocón”, “Lubín care aserrín”, “El loco papa”, “El osito”, “El gorila”, entre otros. Y entre las mujeres también había, pero por respeto a las damas, no los mencionaremos.
Pero todos estos cuenta chistes, mamadores de gallo, vaciladores, montadores de talla, como Adolfo Fontalvo, Juan Torné, Simón Alvarado, Gerardo Rada, William Zapata, Rafael Páez, Edgar Escorcia, entre otros, “se acabaron” el día que apareció en el barrio nada más y nada menos que Lucho Torres, quién vivía en San José, a dos cuadras de La Unión y opacó a todo el mundo. Entonces nos dedicamos a escuchar a Lucho durante horas contar chistes y nos divertíamos, mejor dicho, nos seguimos divirtiendo de lo lindo.
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