domingo, 12 de junio de 2011

Recuerdos de un "Hospital Saludable"













Primera entrega


El Hospital Pediátrico de Barranquilla que, naciera como Central de Hidratación el 8 de febrero de 1961, fue elevado a la categoría de Hospital en diciembre de 1975 y se convirtió en Empresa Social del Estado el 30 de junio de 1995.

Cómo fue el Hospital Pediátrico a mediados de la década de los noventa del siglo pasado?. Esta será una aproximación de lo que fue la entidad en esos momentos, desde la mirada de un ex director que, tal vez no coincida con la de muchos de los trabajadores.

Transcurría el año 1994, cuando hubo cambios en la parte gerencial de la institución y se fortaleció un proceso de gestión administrativa que, buscaba generar una forma diferente de interactuar a nivel de un ente hospitalario. Entonces se dio inicio a un proceso de dirección colegiada, donde las decisiones se tomaban considerando el sentir de los trabajadores y de los sectores sociales con los que se relacionaba la entidad.

En la institución no solo se definió una misión que buscaba interpretar el deber ser de la entidad, sino que, respondiera al querer del conjunto de los trabajadores y a lo que esperaba la comunidad que fuera el Hospital. En la misión la frase que mayor impacto tuvo dentro de la “familia pediátrica”, porque así se le puede llamar a ese momento, fue: “…donde trabajamos con dedicación y entusiasmo…”, frase propuesta por el coordinador de médicos de ese entones, doctor Plutarco Herrera, el hombre de Ponedera, quién aseguraba que en la entidad se trabajaba de esa manera, con entusiasmo, con alegría y que por tanto, debía quedar incluida en la misión. Y a fe de fue así, ya que por consenso se aceptó.

Los salones del Hotel Génova de esta ciudad, fueron testigos mudos de ese momento del Hospital, cuando por grupos afines hubo un importante número de reuniones para construir lo que sería el Plan de Desarrollo Institucional del Hospital Pediátrico, coordinado por el sociólogo y profesor de historia de la Universidad del Atlántico, Blas Zubiría Mutis, quién era para esa época el Jefe de Planeación de la entidad.

El Hospital Pediátrico tenía en su nómina de funcionarios, a Blas Zubiría, a Javier Palacio Trillos, economista y asesor de control interno; Miguel Sehuanes Vera, jefe de compras, quién peleaba por el más mínimo centavo; José Jorge Madera Lastre, cuyo segundo apellido no tiene nada que ver con sus importantes aportes a la entidad; tampoco podemos dejar de mencionar en la parte directiva a Jairo Blanco, a Edgardo Manotas y al médico Vicente Ferrer, maestro de pediatría, quién orientaba los servicios asistenciales. Dentro del grupo directivo asistencial se contó con el doctor Luis Sánchez Del Villar, experto en la estrategia AIEPI clínico y quién tenía una gran experiencia administrativa, ya que había sido director del Hospital Universitario de Barranquilla. Esto no significaba que fuera "el barza de la salud", pero si que contaba con un grupo de profesionales íntegros y dispuestos a entregar lo mejor de sí, por los niños de la ciudad y la región.

La hermana María Isabel, estaba al frente no solo del departamento de enfermería, sino que lideraba el Grupo de Humanización de la entidad, donde permanentemente se evaluaba la calidad del servicio, y no en los términos en que se mide ahora, con indicadores fríos y que nada hablan de aspectos importantes como los que se tenían en cuenta en esa oportunidad: el respeto a la dignidad humana, los valores éticos, la integralidad y la solidaridad que, eran principios consagrados en la carta de navegación del Hospital, su Plan de Desarrollo.

Los principios de eficiencia, eficacia, rentabilidad y competitividad que, eran parte de la plataforma estratégica se dejaban para otros momentos, momentos de orden administrativo.










La institución se movió en esos momentos en medio de una remodelación de sus instalaciones que, significó el esfuerzo de todos los trabajadores de la entidad, para que no decayera el servicio. Las cirugías se hacían en el desaparecido Hospital San Francisco de Paula, el Hospitalito, en cuyos terrenos hoy se construye una gran mole de cemento, un edificio de apartamentos. Que tal un gran plaza en ese sector?. Soñar no cuesta nada.

En el Hospital había un aguerrido sindicato, liderado por Everlides Urzola, auxiliar de enfermería de esa época y hoy convertida en enfermera profesional. Lideraba Everlides a un sector de los trabajadores que, tenía una posición crítica frente a la administración, pero dentro del respeto mutuo que se requería. El Hospital, su directiva, respetaba y apoyaba la asociación de los trabajadores y se llevaba, en medio de algunas diferencias, una convivencia pacífica.

La entidad, como bien se anotaba, tenía una nómina de lujo, excelentes médicos especialistas, un grupo experimentado de médicos generales, un equipo de enfermeras y auxiliares de enfermería dispuesto a trabajar sin desmayo, para mencionar solo unos pocos.

Pero en la entidad no todo era trabajo, había tiempo para hacer deporte; los partidos de microfútbol, eran un espacio de encuentro, después de terminada la jornada laboral. Conductores, porteros, personal de mantenimiento, administradores y médicos hacían divertidas las tardes y los fines de semana, sin que hubiera desmedro en la atención de los pacientes. Fueron momentos donde, como decía el médico Plutarco, el entusiasmo aumentaba. Y es que quién estuviera en esa época en la institución, no podrá olvidar la “excelente cátedra de pito” dada por el doctor David Díaz Del Portillo, médico pediatra, quien fuera “árbitro” de un partido realizado con ocasión del día de los trabajadores en 1996.

Tampoco podremos olvidar carrera de sacos de ese día, ganada por una de las religiosas que, trabajaba como auxiliar de enfermería en la entidad; ni a Elizabeth, la radioperadora, quién dejo “regados” a todos, en la competencia de quién se comiera un pan francés gigante con coca-cola en el menor tiempo posible.

El Hospital para esa época, graduó en el ciclo de primaria a un grupo de personas mayores de 50 años que habían olvidado ya escribir. Y se graduaron con honores, gracias al apoyo que la Secretaría de Educación del distrito brindó. También otro grupo retomó sus estudios de secundaria, dentro de las que se cuentan a la líder del sindicato de los trabajadores del Hospital.

Contó la entidad con un órgano informativo interno, llamado Convergencia Pediátrica, cuya coordinación la ejercieron Guido Niebles y Estela Quintero, quién fuera la Secretaria General de la institución, la cual fue posteriormente reemplazada por la también abogada Martha Zapata.









Martha Zapata escribió un artículo denominado “Hagámoslo por John”, en respuesta a un sentido escrito, publicado en el primer número de Convergencia Pediátrica, elaborado por la siquiatra y poeta, Marta Cecilia Alonso, denominado “Lección número 10 de práctica Clínica”.

El escrito de la doctora Alonso, que se refería a un niño llamado John, comenzaba diciendo: “Era chiquito, delgado, casi etéreo. La cabeza, algo más grande que su cuerpo. Exhibía con transparencia el costillaje completo debajo de una piel opaca y pálida que se adhería a los huesos limpiamente. Estaba exento de las tiernas redondeces que a sus nueve lunas hubieran correspondido: todos los contornos de su cuerpo terminaban en ángulos y hasta su rostro macilento y descarnado guardaba ciertas relaciones geométricas, punzantes a las caricias espontáneas que inspiraba desde su soledad congénita”.

Y después de una descripción de la situación de John, la doctora Marta terminaba su escrito así: “Ese día aprendimos lo que era un “marginal”…Al margen de la esperanza, de la salud, de la educación, de los sueños, de la vida. Nunca se supo quién trazó la raya que lo dejo por fuera. También aprendimos que la lucha no es sólo contra el hambre y la enfermedad, sino contra esa derrota sin batalla que se llama resignación”.

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